Escribo esto con gotas de sudor frío cayéndome por la frente...
Resulta que estoy de vacaciones, y he estado indagando en Tinder a ver si encontraba algo para picar entre semana. Me dio match una chica morena de pelo rizado, muy delgada y con dos pechos que parecían bastante prominentes, así que entablé conversación con ella; pasado un rato le dije de quedar, y acordamos vernos en un bar que frecuento. Como el camarero, es amigo mío, le dije que si llegaba antes podía acercarse a él y comentarle que me estaba esperando; y así de paso fardaba un poco de ligue con mi viejo amigo.
Llegué unos minutos tarde porque no encontraba sitio para aparcar, y cuando crucé la calle y enfilé la puerta del bar, me encontré con el camarero limpiando las mesas de fuera. Al saludar ya percibí que tenía una expresión muy rara en la cara, como si se hubiese asustado. Entré... y no veía a la chica. Unos viejos jugando al mus por allí, un señor solo en la barra por allá, uno en una mesa del fondo tomándose una cerveza, una pareja joven...
Me dirijo a la barra a esperar sentado cuando oigo una voz grave como la de Joaquín Sabina de resaca, y al girarme veo que el chico del fondo del bar que se tomaba la cerveza me llama con la mano levantada. No sabía que quería, así que me acerqué.
Esos 10 metros fueron los peores de mi vida. Un par de pasos me bastaron para enfocar una silueta con unos rasgos que intuían los que había visto en aquellas fotos de Tinder, pero digo intuían porque lo que estaba viendo era como la versión de Aliexpress. Me digo a mi mismo que no podía ser; sigo acercándome, y veo que se quita la coleta y el pelo rizado le cae alrededor de la cara, y me quedé completamente bloqueado.
Me puse ante la mesa y mi querido ligue se levanta y me extiende la mano. 'Hola cari, soy Paula, encantada'.
'Paula' era un tipo de metro ochenta, con un mentón duro y una mandíbula prominente, nuez marcada, la sombra de barba en bigote, patillas y mentón; y unas cantidades industriales de maquillaje, pintalabios, ralla al ojo... además de una voz grave que si la escuchas un domingo de madrugada por la calle echas a correr porque piensas que te va a atracar un politoxicómano. Un travelo como la copa de un pino, al que preferí no mirar el paquete por miedo a que abultara más que el mío.
Tenía la mano extendida, pero es que yo estaba paralizado. Escuchaba cuchichear al camarero a mi espalda, y en ese momento no supe como reaccionar. Es la primera vez en mi vida que me quedo tan bloqueado y en ese momento entré en un estado letárgico en el que no era dueño de mí mismo. Agarré y me marqué un moonwalk hasta la puerta mientras Paula daba la vuelta a la mesa y se acercaba a mí; y cuando llegué a la puerta eché a correr como alma que lleva el diablo hasta el coche.
Pero Paula no se quedó en el bar, no. Echó a correr detrás de mí, gritándome 'espera, espera'; mientras yo miraba hacia atrás con cara de pavor y apretaba a correr más fuerte cada vez. Veo que casi estoy donde mi coche, lo abro desde lejos, y cuando me faltan unos metros veo que Paula me adelanta por la derecha y se pone entre el coche y yo. Estaba sudando y el maquillaje se le estaba corriendo, dejando una estampa parecida al Joker que realmente me estaba intimidando y ya estaba casi apunto de llamar a los Mossos.
Empezó a decirme que yo realmente le había gustado (nos habíamos conocido ayer ) y que quería formar una familia, que me veía como el padre de sus hijos. Mis pulsaciones se dispararon y le pedí por favor que me dejara entrar al coche, a lo que va y me agarra el paquete en medio de la calle diciéndome que sabe como tener a un hombre contento (nos ha jodido...) Me zafé de ella como pude y le dije que de acuerdo, que esperara ahí mientras sacaba el coche y que me avisara si iba a rozarme con el de detrás (había un metro entre uno y otro, pero bueno).
Total, que se quedó ahí plantada diciendo cosas como 'suave, cari', 'endereza' y demás; mientras que yo estaba viendo como podía colocar el coche para marcarme un Need for Speed. Cuando lo tenía ya medio sacado miré por el retrovisor, vi que no venía nadie, y me marqué una salida épica dejando media goma en la carretera. La mala suerte se alió conmigo de nuevo y el semáforo que había al final de la calle estaba rojo, a lo que yo veía venir a Paula al trote por detrás, dispuesta a cazarme de nuevo. Fueron unos segundos horribles en los que me caía el sudor por todos los lados, pero al final se puso verde cuando Paula aún estaba a unos metros, arranqué en otra salida magistral y escapé de ahí.
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