Conoces a una mujer que te gusta y tú también le gustas a ella y no se sabe cómo pero acabáis en la cama y después de... reparas en un tanga que hay en el suelo, en la mesita de noche o en una esquina de la cama y que antes no estaba allí. Lo coges e instintivamente te lo llevas a la nariz y lo hueles aunque sin mucho afán, que todo hay que decirlo.
Si te ven, estás perdido.
¿Qué haces oliendo mi tanga, pervertido?
Y tú buenamente intentas explicarle que has estado veinte minutos, media hora o el tiempo que haya hecho falta, comiéndole el coño y que mientras se lo comías, también lo olías. Que la nariz y la boca están muy juntas y que simplemente estás recordando lo que hace un rato olías.
Es inútil razonar con las mujeres. Te dice
¡ES DISTINTO!
mientras te lo arrebata y bien se lo pone o bien va directo al bolso y te prohíbe volverlo a oler.
Distinteces femeninas que nunca entenderé.
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