jueves, 1 de julio de 2021

Las mujeres que pierden el interes

 ELLAS...y su "sutil" forma de expresar que ya NO LES INTERESAS.

    Ellas son así y no conviene ni darle vueltas ni sufrir. Pones un día cualquiera de agosto la televisión y ves una gorda en pantalla. Está maquillada y tiene un tatuaje de moderna en el esternón, a lo LP. Participa en el programa de citas a ciegas de ese tipo tan singular llamado Carlos Sobera. El presentador que más semejanzas tiene con el puerta de un puti de rumanas de Málaga. Ella cena con un INCEL gordito y con gafas, pero de gran corazón. El muchacho reconoce que no es muy sociable y vive una existencia solitaria. Busca una pareja en la que poder confiar y con la que poder hacer cosas juntos. Ella no disimula su desinterés, que estriba en lo físico. No le mira cuando habla, hace gestos de pereza y engulle su camión cisterna de lasaña de puta foca con muecas de superioridad. De repente, afirma: "no me gustan los novios acaparadores. Me gusta que cada uno tenga su espacio". Ella le rechaza finalmente. Dice que busca a alguien más sociable (hostia) y menos pasteloso (otra hostia).

    Tú, puta gorda. Maldito bollo preñado repugnante. Tú, rechazando a un muchacho con un buen corazón. Haciendo un aspaviento con esos brazos grasientos e inútiles de dromedaria. Tú... exhibiendo el más cruel desinterés. Puto Chocapic con cazadora formato sábana de moderna y colorete barato del Kikko. Deberías remar en galeras, pero estás ahí, haciendo un salvaje juicio sumarísimo a un muchacho que ni siquiera quiere que seas su pareja. Sólo algunas buenas palabras para subir su moral y poder autoengañarse durante un tiempo más. Espantar a sus demonios y huir de la idea de suicidio. Pero tú lo rematas, garrula. Lo condenas a la oscuridad.

    Ellas son así, por lo general, amigos míos. Crueles, altivas y sorprendentemente maleducadas a la hora de comportarse para con los hombres que les han dejado de interesar. No hay medias tintas porque los matices exigen cierto nivel y eso no existe en una gran parte de las humanas contemporáneas. Un buen día, la mujer que quieres comienza a hablarte sin los latiguillos que acostumbraba a decir para referirse a ti. Los "cari", "chiqui", "cariño", "pichita"... Es la historia mil y una veces reproducida.

    A partir de ahí, se reducirá la frecuencia de los WhatsApp, pondrá excusas para no hacer planes juntos (la principal: "es que necesito descansar los fines de semana, que estoy reventada del trabajo de lunes a viernes") y comenzará a mirarte de una forma que desconocías. El único punto en el que no mostrará desinterés es el relativo a tus defectos, que analizará milimétricamente para tratar de apuñalar tu moral. Será el principio del final de tu relación, pero te producirá seguramente el más largo de los malestares. Un buen día, te prepara cariñosa la cena. Al otro, se pela el cable azul de su CPU y te hace la típica pregunta estúpida.

    - ¿A ti te gusta alguna, más que yo?
    - Qué cosas dices, no.
    - Pero quiero decir, ¿en este tiempo te has sentido atraído por otra?
    - Te puedo asegurar que no, que he estado centrado en ti.
    - Ya, es que...
    - ¿Pero por qué dices eso ahora?
    - ¿Y por qué no te lo puedo preguntar? Las relaciones deben ser eso: confianza mutua. Si no te puedo preguntar sobre lo que me inquieta, apaga y vámonos.
    - Pero es que te has inquietado por algo que no existe, que es una gilipollez.
    - Bueno, yo tengo mis dudas razonables...
    - ¡Pero qué coño de dudas razonables!
    - ¿Ves? Te inquietas y lo niegas con mucha rotundidad. Eso suele significar que hay algo. SIEMPRE.

    Ese día, acabáis follando y no se corre. Notas mientras la percutes que te mira raro y que se abstrae. No se concentra y no llega al orgasmo; y se niega a que bajes al pilón. "No, de verdad, que da igual".

    El sexo hasta ese momento había sido vuestro punto fuerte, pero a partir de ahora te lo negará casi siempre y muchas veces no "terminará". En su cara, verás desinterés. Y en el acto exhibirá la misma movilidad que Darío Silva 2018/2019 en el carril-frenada, tras darse cuenta de que se ha dejado las muletas en el maletero del coche.

    Ese desinterés vendrá dado también por los "cambios de vida". Es decir, porque por su cabeza ha comenzado a pasar la idea de que se quiere follar a otro o, en el peor de los casos, porque ya lo ha hecho. Una larga relación, tirada a la basura por la atracción adolescente por el compañero medio amariconado de la clase de yoga. O por ese del curro que le envía whatsapps afilados sobre los jefes, con emoticonos de guiños y corazones atravesados por saetas. O por ese italiano que conoció en la Sala Templo. Cuarentón, trabajador de una tienda de fotografía en la calle Ribera de Curtidores, con pulseritas de cuero en el brazo y vegano militante. De nombre... Luca, ¿cuál iba a ser?

    Un buen día, te dice, llorando en el sofá, que le ahoga la rutina y que quiere hacer algo nuevo. Se apunta a alguna actividad intelectualmente vacía y allí conoce "un nuevo mundo" (Google Translator: una nueva polla). Como sus lágrimas te ponen el corazón en un puño, le animas a que hagas cosas nuevas, pero al final te dejará porque concluirá que el principal causante de sus problemas eres tú, que eres un novio obsesivo / parado / hiperactivo / acaparador o lo que sea. Rara vez en la Historia son ciertos los casus belli. Rara vez los pecados morales se cometen sin un lecho de mentira. Como la culpa de mi situación es de mi novio, me como una polla cinco minutos antes de besarle y le aplico el DESINTERÉS. Malas formas, mal tono, acidez verbal y mala leche en cada comentario. Si eres padre, delante de tu hijo, que no entenderá nada. Te considera un ídolo dada su juventud y candidez, y los mensajes dañinos de su madre hacia ti causarán un efecto psicotrópico en su cerebro. Pobre criatura.

    Quizá, seas joven y no hayas podido ser consciente de este llamativo fenómeno, por el cual la mujer que durante un buen tiempo has tenido a tu lado comienza a percibirte, de repente, como una molestia y a tratarte como la cajera de Mercadona a ese cliente octogenario, con olor a heces, que le quiere dar 3 euros en monedas de 2 céntimos. Pero, forista, te diré que eso existe.

    Existe y, aunque no lo quieras creer, duele más que esos comentarios crueles y esas caras de shitake que te ponen las chavalas a las que no gustas. Las que, en una misma conversación, responden con sonrisas al guapo de tu grupo, pero a ti con monosílabos o poco sutil desinterés. Las mismas que evitan mirarte cuando te cruzas con ellas en el pasillo del instituto o en el descansillo de tu bloque porque no les gustas. Las mismas que viste el 8M reclamar dignidad cuando se comportan con la mayor desfachatez y altanería en su vida diaria para con quienes tienen sexo masculino, pero no les interesan ni por sus cualidades físicas ni monetarias.

    Llega un día en el que el amor se le pasa y a ti también. Tras algunos desplantes despiadados, tu admiración y respeto por ella se van y comienzas a verla como ese ser mononeuronal, melenudo y caprichoso que te ha acompañado durante un tiempo sin aportar mucho más que conversaciones insustanciales. Vendrán ahora los que dirán que su pareja ve películas de Rosellini y lee a James Joyce y a Ortega sin reconocer o darse cuenta aún de que eso es pura pose; y que cualquier peso cultural e intelectual de su relación lo ha llevado el varón.

    Hembras... caprichos, magufadas, autoayuda y feminismo ramplón. "Es que los hombres echáis un polvo y os olvidáis. Nosotras tenemos hijos". Los hijos son solo suyos... Un buen día, te enamoras de ellas y eres feliz. Con el tiempo, pasa el subidón, pero esa vida te convence. Todo se tuerce cuando ella pierde el interés en ti y tú pasas a ser su enemigo y a engrosar la lista de "activos disponibles para la venta". Poco después, romperéis, entre reproches, lo pasarás mal y, con el tiempo, te volverás a enamorar.

    Tú crecerás, pero ellas no. Sólo buscan protección y estatus, nunca crecer. O casi nunca. A dos metros bajo tierra, el día de su muerte, el último pensamiento de su vida saldrá de su cerebro: "esa enfermera cabrona lleva una blusa de Mango que me encanta. Y yo aquí con estas pintas. Y Paco ahí sin afeitarse, qué asco. Merecía algo mejor".



    RESUMEN: Mujeres: diablas de noche y demonios de día. Te harán sentir el ser más despreciable una vez pierden el interés o cuando sienten la necesidad de probar otro pene.

Fuente: aDrenaL1na

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